El otro día estaba en el sofá, ojeando una revista mientras escuchaba algo de música muy pero que muy frustrado, es decir, estaba relajado, pero no voluntariamente, hacía una tarde estupenda y mi Conor 8500 estaba en el taller. Duele, ¿verdad? Quiero decir, a veces tienes tiempo libre, hace sol, tienes compañeros con los que salir con la bici pero… no es el día, no apetece y, sin embargo, ese día que hace un tiempo de mil demonios o que, como en mi caso, tu montura está en el taller, ése es el día en que tienes la necesidad imperiosa de coger tu bici y salir a rodar como si lo fuesen a prohibir.

A decir verdad, esa dualidad entre lo posible y lo deseado se da en muchos otros aspectos que tienen que ver con nuestro deporte, como decía el maestro Sabina:

De sobra sabes
que eres la primera
que no miento si juro que daría
por ti la vida entera, por ti la vida entera.

Sea o no sea la primera, de forma similar a lo que pasa con nuestra pareja ¿Quién no ha sentido ese cariño por su bicicleta hasta el punto de sentir que es una extensión más de tu cuerpo? Es fantástica esa compenetración que notas el día que va todo bien, que superas tus records en el crono o consigues tu primer KOM del Strava…

Pero el maestro Sabina continuaba:

Y sin embargo un rato cada día
ya ves
te engañaría con cualquiera
te cambiaría por cualquiera.

Aclaro en este punto, que a mi esposa se le ponen los pelos como escarpias de pura ira homicida cuando escucha esta parte de la canción, pero teniendo en cuenta que Coni (así se llama mi bici) no puede protestar confesaré al igual que le pasa a Sabina, no sería la primera vez que me sorprendo a mi mismo mirando la horquilla Lefty de éste, la potencia integrada de ése, y el cuadro de carbono de aquel, y me pregunto si yo no estaría mejor  con otra que encajase mejor conmigo… No me juzguéis, dudo mucho que sea el único que, sobre todo cuando el día sale malo, las subidas se hacen demasiado largas y no consigo pillar el ritmo, piensa que lo mejor que puede hacer para incrementar su calidad como ciclista, es comprar una bicicleta mejor.

Más tarde, acabas la ruta y eres consciente de que al final, tu bici se ha portado una vez más como una campeona, ha cumplido como siempre, te ha sido fiel, y es cuando en un ataque de racionalidad te das cuenta de lo egoísta que has sido, y decides lavar a tu compañera, engrasarla, mimarla como se merece… o al menos hasta que tengas pasta para cambiarla por otra mejor, he aquí la diferencia entre tu bici y tu pareja.

De vuestro comunitario Jesús Veiga (Murcia).

Publicado en Revista BIKE 299 (carta del mes).